jueves, 12 de septiembre de 2013

Capítulo cuarto.

Silence estaba acostada sobre su espalda en su nueva cama, al lado de la ventana. Hoy no hacía mucho frío por lo que no estaba tapada y solo le abrigaba un pijama rosa de Hello Kitty, que su madre le compró el año pasado. Su cabeza no dejaba de dar vueltas por la conversación de esa tarde con Frankie (Silence había decidido tomar la misma confianza que su compañera).
Había unos tipos raros que se hacían llamar los Cienojos, que iban a por ella y a por los de su... ¿raza? Ag., Silence aun no podía acostumbrarse a pensar en que ella era diferente, y que posiblemente tenía poderes. ¿Poderes? Nunca habría pensado eso. Como no podía dormir, se puso las zapatillas de fieltro blanco y salió de la lúgubre habitación.
Por los largos pasillos, sus pisadas quedaban calladas a medida que avanzaba. Giró a la izquierda, luego todo recto; bajó unas escaleras inclinadas notoriamente y volvió a girar a la izquierda. ¡Aquello era enorme! Pensó Silence. Cuando llegó a lo que posiblemente sería el salón, en donde todos comían en conjunto, vio un candelabro encendido sobre la mesa. ¿Habría alguien allí?
– ¿Hola? –preguntó Silence en voz baja, pero que se podía escuchar perfectamente, ya que su voz retumbó por todo el gran salón.
–Shhh –indicó una voz– vas a despertar a los espíritus. –dijo una voz masculina.
Silence avanzó hasta la luz que emitían las velas del candelabro. Un chico, sentado con sus piernas cruzadas  apoyándose en la pata de madera de la mesa, que cubría casi medio salón, tenía un libro en su mano. Pero no era una novela, seguramente un libro de brujería, pues solo se podía preciar dibujos y encantamientos.
–No creo en los fantasmas, hasta un niño de 6 años sabría que no existen. –dijo Silence cuando llegó. El chico era moreno y su piel estaba ¿bronceada?, allí todas las personas que había visto en la calle tenían una piel blanca enfermiza, y este chico parecía que era la excepción. Que típico, ¿no?
–Si te fijas bien en mi semántica, he dicho espíritus, no fantasmas –indicó el joven con el dedo índice levantado.
– ¿Y qué diferencia hay si se puede saber? –Silence imitaba su voz a modo de burla. Pero eso  no parecía importarle mucho al chico.
–Fácil, un fantasma no existe y los espíritus sí. Soy René–dijo levantándose y continuó–, brujo Pielazul de decimo cuarta generación. ¿Y tú eres...?
Silence se le había quedado mirando. Sus ojos grises parecían más claros con solo la luz de las velas.
–Ah, y-yo soy Silence, he llegado esta mañana. Estoy en la habitación noventa y seis con...
– ¿Ya me estás dando tu dirección? ¡Vaya! Realmente lo he hecho bien. –dijo René. Esto hizo que las mejillas de Silence se pusieran rojas escarlata, pero ella fue más rápida.
–Si te fijas en mi semántica...–dijo recordando lo que él había dicho antes– ya tengo compañera de habitación.
–Bueno, eso no implica en que no pueda ir, ¿no? ¿Qué haces aquí?, es muy tarde y si eres la nueva probablemente mañana tengas que ver todo el recorrido del Liceo, aprender tus horarios y conocer a tus compañeros de clase. Necesitas descansar.
–Al parecer, el tercer punto lo estoy cumpliendo. Silence no podía creer lo que estaba haciendo. ¿Coqueteando? Posiblemente su madre estaría sola en Boston perseguida por esos lunáticos o cosas peores. –Pero bueno, como dices, creo que tendré que ir a dormir –dijo dando media vuelta. El chico aun no había podido contestar y Silence ya estaba saliendo por la puerta.
– ¡Trece! –gritó René desde la otra punta, arriesgándose a despertar a los supervisores.
– ¿Qué? –contestó Silence con el mismo tono de voz, y entreabriendo un poco más la puerta.
–Es el número de mi habitación. –dijo sonriendo.

Silence agitó su cabeza y dibujó una sonrisa. Realmente le estaba agradando estar allí.





2 comentarios:

  1. ASDFAGDHJFKFLDGF Me encantan los chicos arrogantes. Pffff René grgrgr

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  2. Jajajajaja René está en su derecho de ser todo lo arrogante y sexy que quier a ;) xDD

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